jueves, 6 de julio de 2023

CAPÍTULO. EL MISTERIO DEL MORO GATO

A finales de 1893, aumentaba cualitativamente de intensidad la Guerra de Melilla. El 16 de noviembre, un Sargento de la Compañía de los Moros Tiradores del Riff volvía a Melilla, camuflado entre 30 penados del Presidio de Ceuta, que exaltados daban vivas a España y al Ejército. Habían pasado 30 años desde que fuera traslado a la Plaza de Ceuta pero el panorama en Melilla no era muy diferente al que dejó. España aún no podía controlar el Campo Exterior de la Plaza de Soberanía, la tierra de los aldeanos melillenses imaziguen, su pueblo, la tierra en la que creció. En esta ocasión las autoridades españolas estaban decididas a acabar con la guerra. Frente al badero se concentraban más de doce vapores. Junto al batallón de desterrados venidos de la Plaza de Ceuta desembarcaban de Barcelona los Cazadores de Figueras y el Regimiento de Asia. 

Ante semejante espectáculo, un grupo de aldeanos se acercarán a la playa de Melilla para ver lo que estaba sucediendo en la Puerta de la Marina del Presidio, pero inmediatamente serán bombardeados desde el Torreón de las Cabras, al intentar dispersarse serán acribillados por el crucero Conde de Venadito. El Moro Tirador del Riff fue aguardado por un periodista que inmortalizó la histórica vuelta del melillense rifeño proespañol:



A este español musulmán de Melilla se le encomendarán una tarea sensible de la que perduran ciertos vestigios. El Gobernador de la Plaza de Soberanía, a la sazón, don Manuel Macías y Casado, pondrá a su disposición a su mejor espía, el Moro Hamadi. Su nombre era Mohamadi Ben Ahmed, aunque los españoles lo conocían por Hamadi, hacía décadas que era la persona perfecta para las autoridades. Este moro no era en origen autóctono y las autoridades le habían procurado de manera discreta lo que necesitara para asentarse en el Campo Exterior. Aunque había conseguido infiltrarse entre los aldeanos melillense, como vagabundo, no guardaba con ellos lazos emocionales y sí con los militares españoles, y en especial con Macías quien le concedió la Cruz al Mérito Militar.

Semanas antes, el 1 de octubre, la primera autoridad de la Plaza de Soberanía Militar, entonces, el Gobernador don Juan García-Margallo y García, trasmitiría a Hamadi que dada la excitación de las cábilas melillenses permaneciera durmiente en la aldea. Así lo haría, consiguiendo refugio en la mismísima casa de uno de los jefes de la cábila de Mazuza, donde observaría atentamente a su anfitrión. Sería la última vez que hablara con el General Margallo, el día 28 de octubre, el Teniente don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja mandaría fusilar al General Margallo por connivencia con el enemigo, dadas las vinculaciones de éste con el tráfico de armas a los melillenses musulmanes. Fue entonces cuando volvería como Gobernador el General Macías, partidario de la línea dura. 

Poco después, el Moro Hamadi cruzaba el Tunel de San Fernando para conocer al misterioso Sargento que había vuelto a Melilla tras treinta años de absencia. Hamadi tras recibir instrucciones del Sargento melillense musulmán, pasaría a los campos de refugiados donde se hacinaba la población de la aldea de Melilla deportada en el desastre de 1863. Allí, el espía Hamadi trasmitiría la consigna del Sargento y recibiría la información de menester de los amigos de España entre los musulmanes

Con la misión cumplida, Hamadi sólo le quedaba volver a la Plaza de Soberanía. Algo que debía hacer tomando las máximas cautelas, cautelas que se vieron frustradas ante un suceso imprevisto pondrá en riesgo los intereses nacionales españoles.

Durante décadas el espía Hamadi había realizado para Macías y los demás Gobernadores imprescindibles labores de vigilancia, por las que cobraba 25 pesetas al mes. Su trabajo le habían granjeado el odio de los desterrados, enemigos acérrimos de los moros amigos por cuanto eran a menudo sus carceleros. Entre los agraviados por el Moro Hamadi estaba "José Farreny Riera, natural de Alguaire, partido de Balaguer, provincia de Lérida, soltero, labrador sin saber leer ni escribir". Reo de asesinato, su vida acabó a los veinte años, cuando fue condenado a cadena perpetua y accesorias, es decir a veintitrés años, por la Sentencia dictada el 14 de diciembre de 1877 en nombre de su Majestad, el Rey de España, don Alfonso XII de Borbón y Borbón.

 Con treinta y nueve años de edad ya no era labrador sino un preso desterrado en el Presidio de Melilla. Había cumplido 16 años de condena y el catalán creería que ya eran bastantes, así que con tres desterrados más, decidió "pasarse al moro". Tan pronto como la guardia comprobó la fuga, abrió fuego, cayendo en el acto muerto uno de los hombres que quería recuperar la cualidad que hace humanos a los seres humanos, la libertad. Farenny y sus compañeros, siguieron corriendo, yéndoles la vida en ello, hasta desaparecer a sus espaldas los muros del IV Recinto Fortificado de la Plaza de Soberanía. Los desterrados se adentraban en las ruinas de la aldea de Mric, convertidas desde noviembre de 1863 en campo de batalla entre musulmanes y cristianos. Farreny y los suyos, cansados de correr, tocaban la libertad, pero esas ruinas eran el habitat natural del Moro Hamadi, quien, solo, arrestaría a los fugados y los devolvería a los recintos fortificados de la Plaza española. Farreny nunca perdonaría al Moro chivato que lo hubiera condenado al infierno del Presidio de Melilla.

Cuando Hamadi volvió de cumplir la misión que le encomendó el misterioso Tirador del Riff, lo hizo con el mayor de los sigilos, por si era seguido por el contraespionaje de la aldea. En las ruinas, posiblemente siguiendo un protocolo, se presentó ante un grupo de desterrados, que en caso de emergencia podría presentar como coartada. Los desterrados lo acompañaron hasta los muros del cuarto recinto fortificado, pero rompiendo con el guión no le abrieron la puerta al moro. "Entonces tuvimos que volver atrás, y cuatro presos, entre ellos uno a quien llaman Sevilla, me acometieron, cortándome las orejas... en Cabrerizas"Los informes de exploración serán demoledores  "tiene ambos orejas cortadas a cercen: sólo le queda parte del lóbulo de la izquierda".

La venganza de Farreny había dañado la integridad de uno de los agentes de España en el momento más delicado para la Plaza de Soberanía española. El Gobernador Macías no tendría piedad con Farreny, quien sería juzgado en la Plaza militar por un Consejo de Guerra que lo condenaría a muerte, siendo ejecutado el primero de diciembre de 1893, a balazos, en el cerro que los melillenses rifeños conocen como cerro de thqbec (de Quibla) y los españoles como cerro de los Camellos, ante las guarniciones de San Loreno y de Camellos.

A partir de la mutilación en las orejas del agente Hamadi se ha intentado explicar el origen del apodo de Sidi Mohamed Asmani, "el Moro Gato", conjeturandose con que Hamadi era el hermano de Asmani. Esta interpretación sue generis pasa por alto que ambos personajes no están vinculados por el apellido (Hamadi y Asmani), que Mohamed Asmani entra en la historia en julio de 1909, con la segunda guerra de Melilla, y que Mohamed Asmani no tenía ninguna mutilación en las orejas que pudiera justificar el sentido del apodo, que él, además,nunca admitió. Es más en el diario ABC se recoge la propia explicación de Asmani para su apodo, que en principio no tiene por qué  ser descartable "De niño subía de prisa a los arboles; ahora, cuando grande, subí al Gurugú con la bandera española": 


 

¿Pero, qué fue a hacer el espía Hamadi en el Campo melillense?, ¿qué le encargó el misteriososo Sargento Tirador del Riff retornado a Melilla de misión? Aunque no lo podamos precisar todo lo que querríamos por la discreción de los agentes musulmanes españoles de Melilla, sí que hemos podido leer en la prensa de la época que tras recibir la información aportada por Hamadi, el Sargento Tirador se trasladará al archipélago chafarino donde comunicará que los servicios de información dentro de la zona enemiga revelaban que ya habían muerto unos de 400 rifeños enemigos "por falta de asistencia". (Las Lucha, El Noticiero...). El resto de su misión se pierde en el ocaso de la historia de Melilla.

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