Con el trasfondo de la presión diplomática marroquí en la ONU para la descolonización del Sahara, Ceuta y Melilla, en julio de 1975 se desató un pogromo contra la población musulmana de Ceuta y Melilla. Convertida la Plaza de Toros en un campo de concentración, centenares se vieron obligados a cruzar la frontera. Muchos, como mi tío Borondo, vecino del Barrio de los Cuernos, para no volver nunca más. Vecinos, como Hassan Abdeslam Haddú, aún recuerdan el inicio de esa funesta Marcha Negra:
Yo lo viví en el barrio del Hipódromo una familia en camión años 70 con cuatro pertenencias a la frontera hoy en día sus nietos siguen viviendo en nuestra ciudad igualito que ahora.
En la retina de otra vecina de Melilla, Loubna, se conservan esos luctuosos momentos por los que el Estado español aún no ha pedido perdón al pueblo originario de Melilla:
Yo soy testigo como expulsaban a una familia entera, eran vecinos , llenaron todo sus muebles y lo pusieron en la frontera yo era pequeña no entendía lo que pasaba y preguntaba a mi madre que no sabia responderme. Me marcó muchísimo, hoy se que somos rifeños autóctonos de Melilla y que ésta es mi tierra.
La Marcha Negra empero no había hecho más que empezar. El 18 de diciembre de ese mismo año, miles de rifeños oriundos del campo de Melilla, muchos hijos y nietos de melillenses deportados por España con ocasión de la Guerra de Margallo (1893-94), fueron expulsados de la República de Argelia. El Presidente Houari Boumediene, conocido en adelante por los marroquíes rifeños como "Buimeyyen" ("el orejón"), se vengaba así del Acuerdo de Tripartito de Madrid, por el que el Estado español cedía su colonia del Sahara a Marruecos y Mauritania. Política que el Presidente Sánchez acaba de retomar.
Como meses atrás hicieran cientos de melillenses y cebtíes, miles de rifeños argelinos, abandonaban sus casas, empleos y propiedades en la madrugada de ese infausto 18 de diciembre de 1975, que para mayor ignominia coincidió con el primer día de Aid al Adha (Fiesta del Cordero). Centenares de corderos fueron abandonados y otros tantos tornaron amargos ante las lágrimas de cientos de familias mixtas (marroquí-argelino), que quedaron rotas para siempre. El Rey marroquí, Hassán II, tuvo en su mano corresponder con la deportación de cientos de argelinos que vivían en Marruecos, pero en su lugar acogió a los rifeños argelinos y procuró su integración en un país que ellos no sentían como propio.
Mi madre aún recuerda la llegada de un primo suyo, "Piri", al que como al resto de rifeños argelinos nunca dejaron de llamar "el argelino" y burlonamente el "polisario", porque la gente consideraba que el Polisario los había echado de Argelia. Sus hijos, argelinos de nacimiento, no hablaban rifeño ni árabe marroquí. Eran niños argelinos y tuvieron serios problemas culturales de integración. Uno de esos niños, ahora es un simpático vecino de Melilla de unos cincuenta y cinco años de edad. Apenas recuerda, que nació en Orán y que de pequeño siempre preguntaba a su madre por cuándo volverían a su país.
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